jueves, 9 de octubre de 2014

La mirada del monje

Había matado niños, mujeres, ancianos, hombres... así hacía dinero. Nada personal les decía, es sólo mi trabajo. De niño se había acostumbrado a caminar entre charcos de sangre, al olor de ella y a limpiársela del rostro después de cada asesinato. No había emociones, no había remordimiento, sólo era lo que le tocaba hacer. Todo había sido así hasta que mató al monje, algo hubo en su mirada que no era el acostumbrado miedo o rabia, había compasión. Por varios días esa mirada lo atormentó, no podía quitársela de la cabeza y no lo dejaba dormir. Cuando le tocó el siguiente trabajo, un niño, no lo pudo hacer, vió en sus ojos los ojos del monje, no pudo... tuvo que cambiar de trabajo y dejo de matar. Enemigos aún tuvo, y muchos, cuando se encontraba con alguno de ellos que lo desafiaba, les hacía un corte en el pecho, les quitaba el corazón, lo lavaba en río y se los volvía a colocar. Cuando despertaban ya se les había quitado el deseo de venganza, dejaban de molestarlo e incluso a algunos se convirtieron en amigos. Siguió viendo la mirada compasiva del monje, pero ahora no entre tormentos, sino cada vez que se miraba al espejo.

No hay comentarios: