Ya lo he pensado bastante. Creo que desde donde me encuentro se puede hacer. Un día domingo saldré de esta tumba y caminaré por las calles. Seguramente los gusanos que hoy me comen no estarán muy contentos, sin duda preferirán quedarse en la tierra húmeda antes que salir a tomar sol por ahí. Espero que los músculos de las piernas aún me funcionen y los de los brazos al menos tengan energía suficiente para saludar con la mano. Será divertido... más de alguna señorita se asustará y correrá despavorida al verme, no importará, parece que me pasaba lo mismo de lo que me acuerdo cuando estaba vivo. Otros me tomarán fotos, parece ser que está de moda por estos días. Otros más osados se acercarán y me preguntarán mi historia, no sé si mis cuerdas vocales aún funcionan, quizás debiera practicar un poco, total aquí nadie me escucha.
Espero que aquel gusano que me entró por el oído hace algunos días no se coma la parte del cerebro donde se están guardando estos pensamientos. No quisiera olvidarme de este plan.
domingo, 26 de octubre de 2014
viernes, 24 de octubre de 2014
Cosas que pasan
Anoche quise rascarme las bolas y mi pene no estaba, tampoco estaban las bolas. Me asusté claro... ¿Cómo era eso posible? Miles de teorías pasaron por mi mente: se fue para vivir nuevas aventuras, porque alguna despechada me lo cortó, porque se lo llevaron los extraterrestres, porque explotó de lo lleno que estaba, o se lo llevaron a un museo como el pene de Rasputín, porque eran cosas que pasaban en noches de luna llena, porque había comido mucho ajo, o no estaba porque me convertía en un bicho como el Gregorio de Kafka, o era parte del proceso evolutivo del ser humano, que el pene desapareciera... pensar no hacía mucho sentido, así que me atuve a los hechos, no había sangre, no había muestras de que lo hubieran sacado con violencia. Me levante a buscarlo, sólo vi unas manchas de semen por aquí y por allá, las últimas que vi salían por la puerta y se perdían en la oscuridad de la ciudad. Salí a correr por las calles gritando su nombre en el silencio de la noche... y nada. Sólo algunas caras curiosas asomándose por las ventanas. Exhausto me rendí y volví a casa, pensé en si le había tomado fotografías para hacer carteles “Se busca” y pegarlos por la ciudad, en cuánta recompensa podía ofrecer. Traté de recordar si había hecho algo que hiriera sus sentimientos. Pensé en qué le diría a la policía o si me aceptarían en televisión para contar mi historia y que más personas me ayudara a buscarlo. Me dormí entre planes para poder recuperarlo.
A la mañana siguiente había vuelto, parecía sucio y cansado, pero estaba allí, lo que me hizo feliz. No me dijo nada... claro, los penes no hablan.
A la mañana siguiente había vuelto, parecía sucio y cansado, pero estaba allí, lo que me hizo feliz. No me dijo nada... claro, los penes no hablan.
Un hombre común
Le mintió a la esposa
cuando le dijo que la amaba, le mintió a sus hijos cuando les dijo
que salía por trabajo, que volvería pronto. Le mintió al hombre
de la calle cuando le dijo que no tenía monedas. Le mintió a sus
amigos, cuando les dijo que le encantaba su trabajo. Le mintió al
señor del negocio cuando le dijo que le hiciera un precio, que la
economía andaba mala. Le mintió a su padre cuando le dijo que lo
odiaba, que no quería verlo más. Le mintió a su jefe cuando le
dijo que era una buena persona. Le mintió a sus colegas cuando les
dijo que eran como hermanos para el. Le mintió a su madre cuando le
dijo que no la iba a ver porque tenía mucho trabajo. Le mintió a la
chica con que se veía cuando le dijo que se iba a quedar con ella.
Se mintió a si mismo mientras se miraba frente al espejo, contenía
una lágrima que se le salía y se decía: “Lo tienes todo... eres
feliz”
lunes, 20 de octubre de 2014
Mi mano
Hoy mi mano se enojó
conmigo, me dijo que no quería verme más, cortó los ligamentos,
nervios y tendones que me unían a ella y se fué. Lloraba lágrimas
de sangre y sustancias viscosas que le salían de la unión que antes
tenía con nuestra muñeca. Se llevó sus huesos, sus experiencias y
sus memorias. Me dejó sin recuerdos de lo que había tocado y había
sentido con ella. Me dejó sólo unos feos filamentos colgantes con
sangre coagulada. No me dijo ni adiós, ni miró atrás. Cerró la
puerta de un golpe y se marchó. Por allí andará arrastrándose
camino hacia quién sabe dónde... ¿Volverá
algún día mi mano?
Un día de no hacer nada

Mirarse al espejo, descubrir el color de mi piel, nuevas arrugas, algún que otro grano o pelo que crece, lo que hay en los ojos vidriosos en frente al espejo y lo que se esconde detrás de ellos. Mojarse la cara para animarse. Mirarse de nuevo. Salir a caminar, ver los autos pasar, la gente en la calle cada uno en su propio mundo. Tirarse en algún pasto, mirar al cielo y ver los pájaros y las nubes pasar, las ramas de los árboles. Sentir el viento en la piel, el sol en la cara, los sonidos que llenan el mundo, los colores en todas partes. Mirar cómo todo se mueve y sentirse ajeno, mirar y sentir un poco más y sentirse adentro. Observar el entramado de la vida. En todas partes lo mismo. En cada ser humano sentimientos similares. Todo moviéndose de maneras misteriosas. Todo danzando en frente de nosotros. Tomar aire profundo, sentir la barriga y el pecho inflarse, dejar el aire y todo de nuevo... todo de nuevo, pero siempre diferente.
jueves, 9 de octubre de 2014
La mirada del monje
Había matado niños, mujeres, ancianos, hombres... así hacía dinero. Nada personal les decía, es sólo mi trabajo. De niño se había acostumbrado a caminar entre charcos de sangre, al olor de ella y a limpiársela del rostro después de cada asesinato. No había emociones, no había remordimiento, sólo era lo que le tocaba hacer. Todo había sido así hasta que mató al monje, algo hubo en su mirada que no era el acostumbrado miedo o rabia, había compasión. Por varios días esa mirada lo atormentó, no podía quitársela de la cabeza y no lo dejaba dormir. Cuando le tocó el siguiente trabajo, un niño, no lo pudo hacer, vió en sus ojos los ojos del monje, no pudo... tuvo que cambiar de trabajo y dejo de matar. Enemigos aún tuvo, y muchos, cuando se encontraba con alguno de ellos que lo desafiaba, les hacía un corte en el pecho, les quitaba el corazón, lo lavaba en río y se los volvía a colocar. Cuando despertaban ya se les había quitado el deseo de venganza, dejaban de molestarlo e incluso a algunos se convirtieron en amigos. Siguió viendo la mirada compasiva del monje, pero ahora no entre tormentos, sino cada vez que se miraba al espejo.
martes, 7 de octubre de 2014
Un viaje moderno en Metro
A nosotros nos parecería un método muy extraño, pero lo cierto era que
así lograban aglutinar increíbles cantidades de personas en horas de
congestión. Simplemente agrupaban a toda la gente en una masa
compacta. Se mezclaban torsos, brazos, piernas... todo en un sólo
paquete de carne uniforme. Lo único que permanecía intacto eran las cabezas, cosa
que nadie perdiera su individualidad, quedaban estas flotando en las
orillas de la masa de carne y así todos podían respirar. El único
problema era al momento de salir, pues era frecuente que las personas
salieran con las piernas o los brazos de un desconocido.
lunes, 6 de octubre de 2014
El Gusano
De repente salió un gusano del suelo y empezó a comerlo todo. Intentaron
pisarlo, pero se comía a quienes lo pisaban. Se hizo tan inmenso que
devoraba edificios completos. Un día se iba a comer a un niño, pero este
le preguntó: "¿Porqué comes tanto?", entonces el gusano, que ya se
había vuelto inteligente de haber comido tantos hombres, respondió: "Es
que quiero tenerlo todo". Y el niño dijo: "pero si ya lo tienes todo".
Entonces el gusano comprendió, súbitamente vomitó todo lo que había
comido y volvió a ser un gusano pequeño.
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